¿Puedo contar con mi smartphone en caso de un sismo de grandes magnitudes?

No es necesario demostrar cuánto dependemos, en la actualidad, de nuestros Smartphones para hacer realidad nuestra vida cotidiana. Es cada vez más evidente que estos ubicuos y versátiles dispositivos digitales están cada vez más involucrados en la mayoría de nuestros actos: nuestras comunicaciones, nuestras finanzas, nuestro entretenimiento.

Hay apps para casi todo:  para ahorrarnos varias visitas al banco cada mes, para facilitar nuestras rutas de viaje por el caótico tráfico de la ciudad, para comunicarnos casi al instante con nuestras redes sociales y profesionales, para informarnos, entretenernos, gestionar nuestras fotos y vídeos, entre otros usos.

Cada vez más, confiamos en que nuestros dispositivos estarán allí, al alcance de la mano o de la voz para facilitarnos las cosas y hacer nuestra vida más cómoda en muchos aspectos y en muchas de las situaciones que vivimos a diario.

A la luz de la reciente actividad de los sistemas sísmicos en todo el mundo, en especial, en el cinturón de fuego del Pacífico, que explica el último terremoto en Ecuador, es válido preguntarse en qué medida podemos contar con nuestros smartphones en caso de un sismo fuerte en la vecindad. De seguro queremos que nos sigan ayudando, más aún en tales circunstancias, haciendo que sepamos que nuestros seres queridos estén bien escuchándolo de sus propios labios.

Recordemos que los smartphones y teléfonos, en general, se conectan a la red digital de comunicación y ésta, como muchos servicios, ha sido diseñada  y es operada cumpliendo exigencias y requisitos específicos. Un conjunto de esos requisitos pone límite a la cantidad de usuarios que pueden estar conectados, simultáneamente, haciendo llamadas o intercambiando datos. Esto es, normalmente, suficiente para que los usuarios no experimentemos problema alguno en los servicios, aún en las horas más activas de los días laborables de cada semana o en las fechas especiales del calendario, tales como el Día de la Madre, del Padre, Navidad o Año Nuevo. En estos días solemos comunicarnos mucho más. La red, como se espera, resiste la carga y el servicio se sostiene para toda la colectividad con, relativamente, pocas fallas.

Pero la experiencia de años recientes nos ha enseñado que esto  cambia mucho cuando se trata de un sismo de grandes magnitudes. En ese caso, la demanda de uso de la red crece de manera tan súbita y alcanza números de conexiones simultáneas tan altos que la gran mayoría o la totalidad de los usuarios no podemos ser atendidos en nuestras solicitudes de servicios de comunicación tanto de voz como de datos. Así ocurrió en el anochecer del 15 de agosto del 2007 en el sismo de Ica en el Perú o como lo ocurrido hace poco en el centro y norte de Ecuador. Las personas no podían comunicarse entre sí y estaban muy preocupadas por sus familiares y amigos que habitaban en otros lugares. Todas las comunicaciones (datos, voz y texto) fueron eliminadas por saturación, incluidos las utilizadas  por los servicios de emergencia. Luego, la gente se apresuró a sus vehículos para llegar pronto a casa, a las escuelas, etc. y se generó el caos en el tráfico vehicular. Fue aún más caótico con algunas vías bloqueadas por grietas, escombros o daños aún mayores.

Veamos con un poco de detalle lo que ocurre en esas especiales situaciones. Cuando el frente de ondas sísmicas llega a los centros poblados, las personas nos damos cuenta en seguida que estamos frente a un sismo. Interpretando la intensidad de las vibraciones, sonidos y desplazamientos de los que nos rodea, pronto nos damos cuenta de lo intenso del fenómeno. Muchos de nosotros, en ese instante o en un lapso no muy breve, optamos, de forma consciente o no, por hacer una llamada. Muy rápidamente, la demanda por servicios crece y supera las capacidades de los dispositivos de la red que ven superadas sus capacidades y van cayendo en estado de falla unos tras otros. Si el sismo es muy fuerte, además de lo anterior, hay también falla por destrucción parcial o total de los dispositivos de la red, en especial torres con antenas y cables de enlaces y energía, pero ello no es el principal factor que explica la falla. No solamente ocurre en las redes de esta parte del planeta. Se ha reportado que durante un sismo en la costa este de los Estados Unidos de Norteamérica, ocurrido el 23 de agosto del 2011 en Virginia, los usuarios de Verizon, Sprint, T-Mobile y AT&T experimentaron una masiva falla de red (FoxNews).

Las autoridades encargadas del sector comunicaciones en el Perú han implementado algunas medidas para intentar prevenir la inoperancia de la red en sismos fuertes y todos nosotros hemos escuchado la recomendación de no intentar llamadas de voz en esas ocasiones. Se recomienda recurrir a mensajes de texto y/o boletines colectivos por este mismo formato de comunicación. Pero aún esto puede no ser suficiente si la concurrencia de uso del servicio es muy alta porque casi todos los usuarios optan por usar esta modalidad de comunicación. Cabe entonces preguntarnos si una solución plausible es dimensionar la red de manera que sea capaz de atender, en simultaneo, a todos los usuarios. Inmediatamente, la respuesta es negativa. Ese camino lleva a muy grandes ineficiencias de capacidad instalada que harían insostenible la operación rentable de la red pues ésta tendría una demanda diminuta cuando no haya sismo o alguna situación similar. Esto llevó de inmediato a la propuesta de desplegar redes y servicios especiales para comunicaciones durante emergencias, pero que no pueden incluir a toda la población sino que deben atender a personas con mandato expreso de actuar frente a la sociedad: autoridades y funcionarios. A los demás ciudadanos solo nos queda la conocida red convencional de comunicación.

De esta manera, nuestros smartphones y teléfonos tienen una alta probabilidad de terminar inutilizables en estas emergencias. ¿Dónde entonces está la solución? Como suelen darse las cosas en el ámbito de la gestión de emergencias, todo pasa por el comportamiento del colectivo que enfrenta la emergencia. Lo que se busca es que nosotros, los usuarios, limitemos al mínimo, voluntariamente, nuestro uso de la red; con plena conciencia que aquellos con responsabilidades directas en la mitigación de los daños tengan uso casi exclusivo de la red mientras se superan los momentos críticos. Esto no puede lograrse de manera espontánea, más bien requiere del entrenamiento permanente y la puesta en práctica con la misma seriedad con la que se hacen los simulacros de evacuación ordenada de edificaciones. Es positivo advertir que, cada vez más, las personas nos tomamos muy en serio los simulacros de evacuación. Lo mismo debe hacerse con las comunicaciones.

Sin embargo, las autoridades también tienen mucho que hacer en este escenario. Por ejemplo, mediante la reducción o limitación de la comunicación de voz con base en los niveles de alerta de terremotos de magnitudes altas y la limitación de ancho de banda para los terremotos de magnitud media. En caso de un corte parcial a los servicios, todas las personas en la red podrían recibir un mensaje de texto como ” Sólo se permite mensajes de texto hasta nuevo aviso debido a un terremoto”. Una técnica llamada “difusión celular” permite enviar mensajes de texto que se envían a todos los teléfonos celulares en una región determinada en cuestión de segundos. También, se puede optar por la reserva de ancho de banda completo de mensajería de texto o por el bloqueo de todos los datos gráficos de Internet  para el tráfico de datos de Internet, incluyendo imágenes, videos, anuncios, entre otros, pues el texto sólo toma una porción muy pequeña de las capacidades de ancho de banda de datos.


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